Uno no se levanta siempre con el objetivo de viajar o de salir, a veces te levantas con el objetivo de hacer algo por tu vida que no se relaciona en nada con un viaje.
Viajar significa mucho más que ir de un lugar a otro, porque muchas veces el viaje más espectacular que se hace en la vida, se logra muy cerca de uno mismo y sin la necesidad de conocer un lugar nuevo.
De vez en cuando, me despierto a la imaginación y me veo envuelto en una necesidad compleja que me sobrepasa. Vivir el día a día dejando de lado la propia imaginación es una tortura a la que me he acostumbrado... por eso me gusta tanto, y a la vez me molesta, el darme cuenta de que no tengo un solo mundo frente a mis ojos, sino que tengo todos los que quiera... pero en mi mente.
Hoy salí a pasear, no llevé la cámara fotográfica, pero si a Dorian y a Fran conmigo. Estuve deambulando todo el día, Fran corría ayudándose de sus manos, y trepaba los árboles del parque, porque desde las alturas se veían mejor lso canguros y uno que otro koala con los que no puedo conversar (porque no habla en koala), por su parte, Dorian se movía como un rayo de luz, reflejando la del sol es su brillante cuerpo mientras recorría tanto árboles como senderos sinuosos escondidos a mi vista. Entre tanto aparecía y se subía a mi hombro izquierdo, desde donde me contaba lo que se veía debajo de la piedras y como escabullirse de algunas aves.
El sol bajaba con lentitud, y el parque dio paso a la ciudad, iluminada por miles de luces estáticas, reflejadas los los brillantes edificios y el suelo mojado por la lluvia reciente, que habíamos evitado entre los árboles. La gente pasaba a mi lado, sin percatarse de los ojos ávidos con que Dorian y Fran los miraban, por mi parte, me sonreía al saber que estos dos volverán a concepción con más ganas que yo de relatar sus aventuras.
Dorian todavía ,e habla de los cocodrilos que vimos en Sydney y del dragón de komodo que casi no se movía... también del camaleón que no lo dejaba de mirar, y de la enorme anaconda porque todavía le cuesta creer que fuera tan grande.
Fran insiste en que lo lleve a uno de los zoológicos de acá, porque no pudimos ver gorilas en Sydney, aunque se quedó contento de haber disfrutado unas risas en compañía del bebé chimpancé.
Los dos están mucho más felices que yo... ellos si que han disfrutado este viaje.
Viajar significa mucho más que ir de un lugar a otro, porque muchas veces el viaje más espectacular que se hace en la vida, se logra muy cerca de uno mismo y sin la necesidad de conocer un lugar nuevo.
De vez en cuando, me despierto a la imaginación y me veo envuelto en una necesidad compleja que me sobrepasa. Vivir el día a día dejando de lado la propia imaginación es una tortura a la que me he acostumbrado... por eso me gusta tanto, y a la vez me molesta, el darme cuenta de que no tengo un solo mundo frente a mis ojos, sino que tengo todos los que quiera... pero en mi mente.
Hoy salí a pasear, no llevé la cámara fotográfica, pero si a Dorian y a Fran conmigo. Estuve deambulando todo el día, Fran corría ayudándose de sus manos, y trepaba los árboles del parque, porque desde las alturas se veían mejor lso canguros y uno que otro koala con los que no puedo conversar (porque no habla en koala), por su parte, Dorian se movía como un rayo de luz, reflejando la del sol es su brillante cuerpo mientras recorría tanto árboles como senderos sinuosos escondidos a mi vista. Entre tanto aparecía y se subía a mi hombro izquierdo, desde donde me contaba lo que se veía debajo de la piedras y como escabullirse de algunas aves.
El sol bajaba con lentitud, y el parque dio paso a la ciudad, iluminada por miles de luces estáticas, reflejadas los los brillantes edificios y el suelo mojado por la lluvia reciente, que habíamos evitado entre los árboles. La gente pasaba a mi lado, sin percatarse de los ojos ávidos con que Dorian y Fran los miraban, por mi parte, me sonreía al saber que estos dos volverán a concepción con más ganas que yo de relatar sus aventuras.
Dorian todavía ,e habla de los cocodrilos que vimos en Sydney y del dragón de komodo que casi no se movía... también del camaleón que no lo dejaba de mirar, y de la enorme anaconda porque todavía le cuesta creer que fuera tan grande.
Fran insiste en que lo lleve a uno de los zoológicos de acá, porque no pudimos ver gorilas en Sydney, aunque se quedó contento de haber disfrutado unas risas en compañía del bebé chimpancé.
Los dos están mucho más felices que yo... ellos si que han disfrutado este viaje.
1 comentario:
me has emocionado hasta los ojos brillosos
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